Saturday, November 3, 2018

El Tren del fin del mundo

Hoy os quería hablar del Tren del fin del mundo, que se encuentra en Ushuaia, la ciudad más austral del mundo.


Es para muchos uno de los paseos más emblemáticos que tiene la ciudad de Ushuaia. Basta con subirnos al vagón de un tren para viajar en el tiempo hacia un pasado especial. Presos, presidio y mucho, mucho frío.

Hoy son otras las locomotoras y los vagones, pero el recorrido se mantiene intacto y nos permite vivir una experiencia única. El trayecto era el que realizaban los convictos del presidio para cumplir con su rutina diaria en los bosques que rodeaban el pueblo austral. Tenían que buscar leña porque si no morían de frío, y el tren fue la solución.

Hoy, a diferencia de aquellos tiempos, la estación del tren que se ubica a tan solo ocho kilómetros de la ciudad de Ushuaia, dentro del Parque Nacional Tierra del Fuego, desborda de turistas de todas las nacionalidades.

En el hall central hay música de época. Ni bien sonó el silbato, comenzamos a abordar el tren. A las 9:30 en el andén se encontraba la Camila, una de las locomotoras a vapor que encabezan el recorrido del tren más austral del mundo.

La rutina en el fin del mundo

“Los días no cambian, es como que el tiempo se detuvo. Siempre lo mismo: del presidio al campamento en el bosque y después de hachar todo el día, de nuevo al presidio, por el mismo tren”, quedó escrito por un preso en uno de los cuadernos que hoy se exhiben.

Fueron noventa los penados que llegaron a Ushuaia desde el año 1883, cuando el presidente Roca promulgó la ley que autorizaba el asentamiento del presidio en Tierra del Fuego, hasta 1909, cuando se tendieron los ramales del tren.

El pequeño tren era fundamental para construir el presidio y para asegurar la leña para calefaccionarse y cocinar, por lo que estuvieron cortando leña desde asesinos seriales, como el famoso Petiso Orejudo, hasta presos políticos como Ricardo Rojas. El ramal se extendía por la ladera del monte Susana y por el centro del valle del río Pipo, curso de agua que recibió el nombre de un preso que se escapó del presidio.

Volviendo al presente, avanzábamos por el cañadón del Toro, bordeando el río hasta cruzarlo por un puente desde el que se ve el viejo cruce que usaban los presos.

Casi sin darnos cuenta, llegamos a la estación de Cascada la Macarena, donde paramos para admirar la belleza que hoy preserva el parque nacional Tierra del Fuego. Según nos comentaron, esta fue siempre una parada, para recargar el agua de las locomotoras.

El silbato sonó nuevamente y volvimos al tren para continuar el viaje. Antes de entrar al bosque, pasamos por el cementerio de árboles. Allí nuestra guía explicó que los tocones (parte del tronco que queda unido a la raíz) más altos son de los árboles que los prisioneros cortaban en invierno.

Ya estábamos cerca de la Estación del Parque, el punto final del paseo y principio de miles de historias que se cruzan por cada uno de los que hicimos esta fascinante excursión.




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